Cuánto tiempo sin escribir, pero es que tenía que tomar ciertas precauciones. He pensado que si voy a hablar de mi trabajo y mi vida, este diario contendrá muchos secretos que me traerían problemas si callesen en malas manos. Por ello me he tomado la molestia de conseguir un pen-drive, dotarlo de los más modernos antivirus y cortafuegos y guardar mis anteriores entradas en él. Además, he adaptado el cuchillo que siempre llevo conmigo para poder introducir el lapiz de memoria en su interior. Con estás medidas de seguridad me conformo.
Bueno, al tajo. Hace un par de días, vino a mi oficina un caballero en nombre de la asociación de vecinos de un barrio que, según me dijo, estaba siendo acosada por una banda callejera muy violenta. Me contó que tenían a los policías comprados y que por eso acudían a mí. En el barrio habían reunido el dinero para pagarme entre todos los vecinos. Yo le pregunté si era un barrio pobre y él me respondió que no, que sabían que lo que estaban haciendo era ilegal; de esa forma, si les acusaban de algo, les acusaban a todos.
Volví al tema principal y le pregunté si había gran cantidad de esos pandilleros. Ante su respuesta afirmativa, me pregunté qué querrían de mí y así se lo hice saber. Su respuesta me indicó hasta qué punto me necesitaban:
-Haga lo que sea necesario, lo que sea.
Unas cuantas preguntas después ya sabía todo lo necesario, y lo que iba a hacer. Con ese tipo de gente no se juega. Y además, sólo entienden un lenguaje: la violencia. Hice lo que tenía que hacer, y eso no me quitó el sueño. Mandé al hospital a tantos como vecinos ellos habían herido, les destrocé las armas y los coches y, sobre todo, les di mucho miedo.
Cuando eligen vivir así aceptan las consecuencias. Yo soy una de ellas.
Una cosa, ya que me curro el blog, me gustaría saber si me lee alguien. Si te haces seguidor o pones un comentario, te lo agradecería.
Too late to back down
Hace 11 años